sábado, 10 de diciembre de 2011







I

Me mantienen tus labios de imprevisto chubasco,
la embriagante agitación del beso en reposo;
del aliento exhalado en leves lirios
hiriéndome de aroma.
Soy el habitante ineludible de tus ojos:
el efímero reflejo al filo del olvido,
condenado a tu ocular crepúsculo;
y vos, colmada de vacío, expectante
admiradora de mi diario ir
alojando a un rincón del recuerdo,
ves volver los afligidos lagrimales
y cerrás el corazón con manija de miedo,
y me sumís al fondo de tu ausencia terminante,
y me abandonan tus labios de imprevisto chubasco,
tu aliento exhalado en leves lirios;
y sólo me queda el dolor de tu aroma.

II

Duele verte volar inexistente
con tu muda voluntad
de mariposa en pausa;
duele aguardar tu ausencia
inconclusa, anunciada de improviso
en los adioses cotidianos
y en tu cuerpo disgregado
por cada rincón del vacío.
Mi corazón no importa:
cae, rueda y palpita,
y es corazón con su soledad
de abrigo sin cuerpo
y de cuerpo sin abrigo.

Mi corazón no importa.

III

Toca el tono de mi corazón
el súbito silencio en los pétalos
de una mariposa
que desciende y se convierte
en el cadáver de una flor.

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