sábado, 10 de diciembre de 2011




Dejen tejer a mis ojos el silencio,
morder al mundo, vivir de olvidos;
abrir los brazos sin bienvenidas
y sin tregua estrecharme a mi sombra.

La soledad me sentencia a ser ciego.
Yo canto mi soledad
con sincera hipocresía;
camino por mi tiempo
hace tiempo construido,
cada vez abrigando mejor mi muerte.

Mis días mueren:
mueren y no resucitan:
el recuerdo es un féretro continuo.

Dejen tejer a mis ojos el silencio,
abrir los brazos sin bienvenidas
y buscarme en el olvido.

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